la tristeza es dura, honda. pesada. no se palpa en ningún lado, pero es el sobrepeso del que cuesta librarnos. no tengo palabras, me repito una y otra vez, para transmitir lo que pasó. no tengo forma de digerirlo aún. la muerte es la más horrenda de las formas. verlo tan quieto, como dormido. agustin era un groso. tenia la vida puesta al hombro. se la devoraba, le encantaba. un flaco desgarbado (igual había echado panza en estos ultimos años), que se reía como loco, con una botella de cerveza debajo del brazo, eléctrico, hablaba un idioma que se le entendía a veces, ja, con un par de horas de traducción.
siempre un beso, un abrazo, un golpecito fraternal. era el demonio de tasmania, arrasaba todo. hoy esteban, su hermano menor, en la capilla del cementerio, dijo "un aplauso para agustín, que supo vivir la vida", y ahi todos sus amigos, todos los que lo amamos y los disfrutamos, aplaudimos y puteamos al destino por hacernos pasar todo lo que nos queda de vida sin escucharlo ni tenerlo más.
ayer el velorio se llenó de gente. nadie podía creerlo, todos con esa mueca de espanto en la cara. eramos muchísimos despidiendo al tipo que no se tenía que morir.
la sensación es de impotencia, los ojos en compota, las ganas de romper todo, de arrancar las florcitas tan prolijas en el parque de la gloria, de tirar abajo esa capilla puta, de revivir a agus o que se abra ese cajón en donde lo esconden y nos diga, cagándose de risa, que era una broma. no se puede haber muerto, no se podía morir, no tenía que morirse, no entiendo... no es lógico, no suena creíble, es una pesadilla, una de esas que duran mucho y no tienen mucho sentido. no se tenía que morir...
ayer se murió agustín gonzález de un paro cardíaco, el día después de su cumpleaños, a sus flamantes 29 años de vida.