Vera lloraba y lloraba, y a mí que a veces se me acaban las herramientas y los libros y los juguetes. es que a todo esto siempre necesito empatarlo con la intuición, o el instinto, o esa cosa que brota desde dentro y que te asegura que sí, que vas a poder porque la conocés desde que ni existía y le diste de vos y es carne de tu carne. entonces sí, así relajo y es cuestión de abrir.
y Vera lloraba y lloraba. y yo que en un principio pensé que se le iba a pasar, pero no. empeoró y se hizo prácticamente inconsolable -a mí, que soy todo para ella, supermamá octópodo que todo lo puede mujer maravilla enamorada de su hija-, y se me ocurrió bañarla. ya, rapidísimo, porque el lamento se estaba volviendo desgarrador.
y cuando la meto en la bañadera no cesa su llanto. inconsolable. inconsolable yo que se me acababa la magia. vaya una a saber por qué, me empiezo a desnudar (la ropa estaba in-reutilizable, llena de palta y zapallo y perejil y encima en el marambio de tranquilizarla no llegué a ponerle el pañal y zas, de paso me había hecho pis) y ella empieza a dejar de llorar y mirarme... extrañada. ella, que me sintió y me conoce desde dentro, a quien alimenté y amo y me ama y es ellayo como una cosa inabarcablemente inseparable, nunca me había visto desnuda. por lo menos no completamente, y no en en esta etapa, en donde desde hace unos meses, con escasos 5 meses, me había empezado a individualizar del resto. o mejor dicho, lo hacía explícito.
no es fácil estar desnuda. la panza enorme que cuesta achicar, las tetas como gigantografías de lo que fueron hace unos cuantos años... los pelos, las gorduras, la vergüenza. siempre pienso que quiero que vera no tenga verguenza de su cuerpo. qué irónico todo, no? yo tan tapada y con pretensiones. ah, no querida, así no es.
me desnudo toda. vera empieza a jugar con el agua que cae de la canilla y conmigo. ríe, se olvida de llorar. y sucumbo a esa masa enorme de amor, a esa maravilla que es mi hija y me meto en la bañadera con ella. se ríe, nos reímos, somos felices debajo del agua juntas. no le importa de mi panza, de mis tetas ni de mis gorduras. mucho menos de mis pelos, de mi nariz, de mis estrías. nada le importa. bueno, sí, algo le importa: yo le importo, y lo loco es que ella me necesita tanto como yo la necesito. es más que necesitar, es como si fuera yo, como ellayo mamabebé, así, sin separación.
cómo me perdí esta sensación indescriptiblemente amorosa por tantos meses?
nos abrazamos y besamos mientras el agua de la ducha nos bañaba, así, sin importarnos absolutamente nada más que nosotras dos. atrás quedaron el llanto y la vergüenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario