domingo, 27 de abril de 2008

del amor al amor

Luhmann, un sociólogo alemán que murió hace diez años, ideó una teoría del sistema social cuya base, aplicable a TODO lo que se puede pensar que existe, es el principio de autopoiesis de los sistemas cerrados. la autopoiesis es algo así como la autogeneración de todo lo que le hace falta al sistema, desde su interior. intento explicar un poco más: todo en esta vida, en este universo, es un conjunto de sistemas cerrados que generan lo que necesitan sin tomar nada fuera del sistema. sistema es el mundo, la economía y yo. sistemas separados y divididos por la diferencia entre sistema y entorno, o sea todo lo que soy yo y lo que no soy yo. nosotros seríamos sistemas psíquicos, con lo cual el tema de la clausura del sistema se vuelve un poco más entendible: no habría manera de estar expuesto a que la psiquis de uno sea abierta, entendida y conocida por todos y viceversa. más bien, sería un caos tremendo que no pudiera haber un pensamiento íntimo. además seria inviable, porque por suerte nadie lee mentes...todavía.

lo más interesante de esta teoría "del sistema social", como él la llama, es un concepto al que Luhmann denomina "irritación". la irritación es el mecanismo por el cual los sistemas (pongamos, el psíquico) se comunican entre sí. más en claro: cuando alguien nos pellizca, lo que sentimos no es la mano de la otra persona, sino más bien el dolor que desde dentro de nuestro sistema surge por el pellizco, que sucede por fuera del sistema, o sea, en el entorno. percibo el pellizco sólo en los términos en los que puedo interpretarlo: en forma de molestia. pero nunca veo la mano que me pellizcó...

es como que el amor es una irritación producida por algo (o alguien) ajeno a mí. y casi ni siquiera puedo ver qué lo produce, sino que por exclusión del entorno, sólo percibo esa irritación sin poder ver más allá de mi propio ser. raro...

el desamor es más desgarrador todavía. no sólo no vemos lo que causa irritación, sino que la irritación se nos vuelve insoportable, y más tremendo todavía es saber que la irritación que al mismo tiempo se llama dolor, nos la estamos generando nosotros mismos, sin que el entorno participe activamente del suceso, constituyéndose entonces en un pleno y puro acto masoquista de desquistación (o enquistación, según el grado de masoquismo) amorosa.

nidia me contaba el otro día que lacan tiene una figura parecida en su teoría, que se llama "engarce fantasmático". esto quiere decir que dos personas encastran, se engarzan como una piedra se engarza a un anillo. dos piedras no pueden entrar igual en el mismo anillo, dice lacan (o nidia, que para el caso es casi lo mismo), y tanto el anillo como la piedra deben ser trabajados para que engarcen y la piedra no se vaya por la alcantarilla.

primera lección de mi sesión con nidia: el amor cuesta trabajo. nada es fácil. ninguna relación amorosa es fácil, hay que pulir, y arreglar hasta que por momentos parece que la piedra no se cae, que el engarce la agarra lo suficientemente bien como para que por un tiempo no se tenga que recurrir al joyero.

lo de "fantasmático" es más complejo. tiene que ver con las fantasías y las historias de vida de las dos personas, que es en definitiva lo que hace posible el encuentro. o sea, dos psiquis que más o menos estén cachuzas de forma tal que la neurosis de la una coincida o cause simpatía a la neurosis de la otra.

segunda lección: el amor tiene más que ver con las partes enfermas que con las sanas. la búsqueda del amor ideal es una chantada de los cuentos que nos contaban nuestras abuelas cuando eramos chicos. el príncipe azul destiñe al primer lavado. la perfección y la tranquilidad son pura ilusión, y nos son funcionales en la medida en la que las usamos para contrastarlas con la realidad y así lograr sentirnos más y más miserables.

si después de todo esto uno quiere seguir queriendo y decide aventurarse al amor, dos cosas me vienen a la mente: o somos muy perversos, o el amor es demasiado lindo. o las dos cosas al mismo tiempo.



puff.

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