"...La noche apacible cae sobre la asamblea. Se escuchan opiniones que emergen de una democracia agreste, válida, junto a la huella de barro seco de los tractores conspirativos. ¿Y qué dice el hombre del mes, ese De Angeli que regusta la unanimidad rápida, no profesionalizado, campechano, enfocado por las televisoras nacionales que parecen haber estado siempre allí? Dice que si a ellos “no le sacan más nada”, él dispensaría los subsidios adeudados, “no los quiere ahora”, y que entonces podrá pagar –ellos, ellos mismos– los servicios públicos, la policía, los bomberos, los maestros, y con creces, “el doble de sueldo”. ¿Escuchamos bien? Y luego de tal bonanza arrasadora, agregaría que ahora no es sólo la cuestión de la rentabilidad –esa cuestión no ha desaparecido, en tanto–, sino de la del “interior profundo”, el “federalismo”, en fin, la refundación nacional. El “movimiento nacional”, agrega Buzzi en un eco. Por fin los televidentes, la propia televisión, todos, ingresamos en la capa profunda de las cosas.
Lo profundo trata pues de una nueva idea de Estado, de organización nacional, de gestión total social –no lo dice así, lógicamente y escribámoslo con minúscula para no exasperarnos tanto–, todo emergiendo de una nueva ruralidad en la sociedad del espectáculo. ¿Es una idea de Estado dirigido, así, asambleariamente? No estaría mal, utopía seductora. Pero, en verdad, se trata de una dilución del Estado, un evaporamiento del que sólo quedaría una técnica de peaje y control caminero –paso de camiones “cada seis horas”, “internacionales no”–, en un ensayo de jacobinismo neoliberal, dichoso, de una derecha rústica con lenguaje e inflexión litoraleña –simpática, por tanto–, un neoliberalismo con votación por aclamación aunque con resultados coercitivos. A ese parlamento de la ruta 14, ese Estado alternativo, la televisión complaciente no le exige mucho. Ella también suele imaginar que es un Estado paralelo. Los muchachos aclaman, el caudillismo sin instituciones es vivaz, la gauchocracia cacerolera de los post-payadores admite al motociclista Reutemann, la escarapela prendida en la rentabilidad y una cucarda por haber reparado una escuelita en Junín al margen de ministerios y burócratas.
¡Suerte!, por fin no hay mediaciones entre la nación y la cosecha. ¿Para qué las grandes mentes argentinas del pasado, aún ligadas al mundo rural, dijeron que la nación no podía ser un conjunto de cabezas de ganado? Se quejan porque van a ocurrir los inconvenientes que ellos mismos, en parte, generan. Las tiradas desafiantes de los discursos de De Angeli son un punto de pasaje hacia una situación inadmisible, por fin un conjunto de amables quimeras campestres en la edad del agrobusiness con mezcla de “sociedad del conocimiento”, que se presentan con candidez, con boinas y monolingüismo sumario –diáfanos: debemos reconocerlo–, para proponerse el tractorazo del final, míster John Deere controlando la nación, cobrando impuestos y pagando doble salario. Tierno falansterio de leyenda que vendría con la enmarañada madeja de los atributos de una movilización socialmente elocuente y una sensibilidad, entre mate y mate, de neoderechas transgénicas.
Algo grave ha ocurrido. ¿De Angeli podría pintar al fin su casa –esta queja la ha manifestado– con la renta agraria reconquistada? ¿Repartiría trabajo con su llaneza dadivosa y administraría los salarios públicos sin intermediarios, ante la mirada de los pacientes camioneros del Mercosur? ¿Serán estos propietarios rurales, a un tiempo, los contribuyentes, los repartidores, los menestrales, los payadores, con su reina de Carnaval paseando entre magistrados? Bella transparencia ilusoria. En los hechos, una mendacidad ideológica. ¿Qué hacer? Se trata de hombres a los que intentamos comprender, y que en verdad comprendemos, a los que podríamos no reprocharles ahora su desmesura si no representaran un formidable retroceso colectivo, incalculable, trágico. Nos alertan sobre problemas reales desatendidos, de eso no cabe duda. Así que los escuchamos en su parlamento de la ruta 14, en el que casi expresan la ficción de un alegre estado secesionista.
Para discutirlos, aún faltan argumentos menos triviales, que deberán ser urgentes frente a esta égloga involutiva, neo-reaccionaria y, sin embargo, he allí lo terrible, con endechas donosas e iconografía de baile popular. Son el pueblo sin mediaciones. Caso por caso, lo reconocemos propio. Pero en su expresión tractorizada, propietaria, ciega a la historia, lo vemos alarmante, ingenuamente sombrío. ¿Federalismo? En vez de su mentalidad contable –que no consigue mitigar su real condición de movimiento social– y su apelación federalista –que no oculta su nacionalismo estrecho, abstracto, reutemaniano–, que vean a Alberdi, Juan Bautista, y revisen la décima palabra del dogma socialista escrita por este tucumano: antecedentes unitarios y federales de la Nación Argentina. Es mi moción de asamblea, compañero De Angeli."
extracto de la nota de Horacio González publicada hoy en Página/12 y convidada por grace.
5 comentarios:
Buenisima la nota. Pero cual es la decima palabra del dogma socialista de alberdi?
puff, no sé. me encanta cómo escribe, pero decididamente no entiendo ni la mitá. cuánta info en unos pocos párrafos! me encanta. pero mis conocimientos quedan cortísimos. estuve preguntando pero naides sabe. si me topo con el dogma socialista, canto la respuesta.
Buenisimo Margot, yo hare lo mismo. Nos vemos con la respuesta.
ésta es la décima palabra de la que habla gonzález, bloggeando!!!: "Independencia de las tradiciones retrógradas que nos subordinan al antiguo régimen". yo no fui, me lo dijo una amiga. cuando tenga más info (por ejemplo, de dónde sacó mi amiga que ésa es "la décima palabra"), sigo. pero si lo dijo mi amiga, tiene que ser verdad.
buenisimo Margot! Seguiremos al tanto de las cosas lindas que vas encontrando. Un beso.
Publicar un comentario